En un observatorio situado en lo alto del Palacio del Vaticano, los vientos soplan desde cuatro espectaculares frescos.
Un brillante rayo de luz solar se proyecta desde la boca del viento del sur, Ilumina el suelo que está cuidadosamente diseñado como un calendario estacional.
En 1580, el Papa Gregorio se enfrentó con un serio problema, la fecha de la Pascua se adelantaba de año en año, algo fallaba en el calendario que se venía utilizando desde tiempos de Julio César.
Los astrónomos del Vaticano revisaron el calendario y conforme a una antigua tradición,
utilizaron el observatorio para mostrar al Papa un hecho notable.
En el equinoccio de primavera, el rayo de sol debía iluminar un determinado punto del suelo, sin embargo, caía a varios centímetros de distancia.
Esta diferencia demostraba que en el transcurso de casi 1600 años, el calendario se había desplazado más de diez días, para ajustar el calendario, Gregorio borró diez días del año.
Declaró que a medianoche del 4 de octubre, la fecha pasaría no al 5, sino al 15 de octubre.
Los años bisiestos se modificarían y el año no empezaría en marzo, como hasta entonces, sino en enero.
En los 400 años siguientes, prácticamente todas las naciones de la Tierra adoptarían el calendario que se había verificado en esta sala.